Magic moment

Pude ver concretado el sueño de Septiembre una tarde de Mayo.
Tu rostro brillante, sonriéndome desde la hierba, tus dedos tibios y tus labios mas míos que nunca. Era el lugar perfecto, nuestro lugar, nuestro pedazo de tierra y sol y besos tímidos. Concreta materialización de una realidad que parecía nacida de mis mas utópicos sueños, esos en los que hablaba el silencioso deseo de besarte.
Recuerdo que caminamos abrazados y sonriendo por el puerto. Subimos las escaleras con los pasos sincronizados, como si fuéramos uno y llegamos a la punta del muelle. Miramos hacia la isla con la vista perdida, te rodeé con mis brazos y te recostaste sobre mi, refugiándote de los duendes del viento que bailaban con tu pelo suelto.
Siempre mirábamos hacia la isla, siempre terminábamos la tarde con un beso en el muelle. Era instintivo. Llegaba un momento del día en que nuestros pasos nos guiaban sin pensar subiendo las escaleras como si fuésemos uno, para despedir el sol.
Vimos los pájaros sobre el río, rasgando el cielo con su vuelo al sudeste sin dejar de abrazarnos y recordamos el pool y la playa, y las primeras miradas. El «Demprosoc» y sus altas dosis, G&G y nuestra casa con troncos y rocas, la central, Tadeo y su eterna sonrisa. Y pisamos los cadáveres de tus fantasmas y mis miedos, de mis inseguridades y tus lágrimas escondidas en cajitas negras, y me contaste del universo en la cajita verde. Sonriendo en nuestra locura de poder brillar y caminando por la vereda como si el tiempo se hubiese detenido en nuestro tiempo de relojes detenidos para poder sentir, sin pensar.
Me despediste en la puerta de la facultad, recuerdo cuanto me costó soltar tu mano, las dos veces. Como si despidiera una parte de mi mientras el plateado rostro de la luna se enredaba entre los raquíticos dedos del fresno.

Faber.